«Comprendo el anhelo de muchos, e incluso la impaciencia de algunos por avanzar más rápido«, dijo el Presidente Sebastián Piñera en el discurso que pronunció luego de llevar a cabo el primer cambio de gabinete desde que llegó a La Moneda. Y cuando se refería a cifras económicas y a la creación de empleos, remató: «Pueden confiar en nosotros, no los vamos a defraudar«.

El tono usado por el Mandatario, flanqueado por su gabinete, no fue el común que se escucha cuando los gobernantes realizan un ajuste en sus equipos, donde generalmente se agradece a los salientes, se felicita a los entrantes, y se subraya un par de desafíos para cada uno. Esta vez, Piñera quería marcar un punto político. Y eso quiso hacerlo cerrando flancos que tenía abiertos y enviando mensajes.

Con cinco meses en La Moneda ya podía hacer una checklist de tareas «urgentes» heredadas de años anteriores. Apenas instalado en Palacio, el Gobierno abordó la reestructuración de la plana mayor de Carabineros; terminó con el Sename y anunció la creación del Servicio de Protección a la Niñez, y se priorizó  La Araucanía  generando diálogos impensados un tiempo atrás. Si a eso se le suma que el país ha mostrado, en promedio, un crecimiento del 5%, podría no entenderse la necesidad de un cambio.

Pero la había. A pesar de lo anterior, el ambiente comenzaba a enrarecerse. No por críticas desde la oposición sino que del mismo sector que vio en Piñera la opción de un cambio cuando llegó a La Moneda. Como los empresarios. Esta semana, Bernardo Larraín fue claro luego de que el ministro de Hacienda, Felipe Larraín le pidiera «paciencia» al sector y los instara a una mayor creación de empleos. «Hay un capital político que se debe utilizar más pronto que tarde, así como se deprecia el capital físico, también se deprecia el capital político. Es relevante aprovechar este escenario de buenas cifras económicas», dijo el líder de la Sofofa.

Y en el plano político, las alertas también comenzaban a encenderse. «Debiéramos atrevernos a ir al Congreso con reformas que eventualmente podamos perder», dijo el senador de Evópoli, Felipe Kast en entrevista con «El Pulso». Y en columna en «El Líbero», el ex diputado UDI, Ernesto Silva, escribió: «Si el gobierno quiere retomar ritmos de crecimiento económico cercanos al 5%, no basta con generar confianza. Se requieren reformas relevantes, en materia tributaria, laboral, y de estructura del Estado».

A esto se suma que en la última encuestas Cadem, Piñera mostró una baja en su aprobación, de 54% pasó a tener en el último sondeo 49%. Había, entonces, que tomar medidas. Primero: cerrar flancos y, luego, dar mensajes concretos para generar el ambiente de buenas expectativas que había el 11 de marzo. Y, así, reimpulsar el andar del gobierno, ahora con reformas enfocadas en nudos más decisivos para sacar el programa por el que fue electo. Para esto, Piñera debía ir en búsqueda de una «segunda luna de miel».

Cerrar flancos: con la opinión pública, con el mundo económico y con los partidos oficialistas

¿Cómo lograr ese nuevo «estado de gracia»? Piñera, hace algunas días, ya había tomado nota de la impaciencia imperante. En reuniones, cenas, y conversaciones con distintas personas del oficialismo, el Mandatario socializó que venía esta nueva estrategia. Que incluía cambios en su equipo, para cerrar algunos focos de conflicto que, más que nada, generaban ruido.

El caso más explícito era el del, hasta ayer, ministro de Educación, Gerardo Varela. Sus reiteradas declaraciones desafortunadas  -como «el bingo» para que los colegios arreglen su infraestructura- terminaron concentrando el interés de los medios y de la oposición en sus dichos más que en su labor en la cartera. El mismo Varela reconoció recientemente que el Mandatario le había llamado la atención por sus «salidas de libreto». Y ese «ruido», se evaluó en La Moneda, podía interferir en los mensajes que se quieren entregar. Porque, en lo técnico, el abogado es bien evaluado. El avance en el aumento de la gratuidad en la educación técnica y el sistema de financiamiento universitario, son algunos de los temas que, dicen, dejó bien encaminados.

Y es por esto mismo que quien lo sucede es Marcela Cubillos quien fue trasladada desde Medio Ambiente hasta esta cartera. La cercanía que tienen ambos jugará a favor de Educación. Incluso se menciona que si Varela hubiera podido escoger a su sucesora, ella habría sido la persona. El ex ministro era uno de los mejores amigos del fallecido empresario y filántropo Felipe Cubillos, por lo que con la nueva ministra son «como hermanos», dicen quienes los conocen. Es por esto que la transición en la cartera no debiese ser traumática. No se esperan cambios de equipos ni de objetivos. A favor de la ex diputada juega su experiencia política, la buena evaluación que tienen de ella las colectividades oficialistas, su conocimiento del Congreso, y el aliado con que contará en el Senado, su esposo Andrés Allamand.

Con este cambio, el Mandatario espera cerrar el flanco con la opinión pública. Y, a su vez, con la salida de Cubillos de Medio Ambiente, se buscó aplacar las voces críticas del sector empresarial.

En diversas áreas del sector privado veían que ,con la gestión de la ex diputada UDI, no se estaban generando las condiciones necesarias para el aumento de la inversión. Grandes proyectos que deben pasar por esa cartera, solo sentían que había una continuidad con los obstáculos que encontraron en la administración de Bachelet. En el sector minero, por ejemplo, se alzaron algunas voces diciendo, incluso, que las condiciones «eran peores». Es por eso que ven con buenos ojos la llegada a la cartera de Carolina Schmidt. Quien fuera ministra de la Mujer y de Educación con Piñera I, tiene una muy buena llegada en el mundo privado, puesto que en su carrera ha integrado diversos directorios de empresas. En el sector esperan que, con sus buenas redes, impulse una buena reforma al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental, que aún les genera dudas. La ingeniera comercial tiene un perfil más técnico que el político que tenía Cubillos.

El tercer flanco que estaba en la mira del Jefe de Estado era el relacionado con los partidos oficialistas. Y quien encarnaba eso era la ahora ex ministra de Cultura, Alejandra Pérez. La periodista no era bien evaluada por distintos dirigentes partidarios. El más visible fue el conflicto que tuvo con el senador de RN, Francisco Chahuán. Desde el oficialismo no veían, en la gestión de Pérez, una posibilidad para que la cartera fuera una fuente de generación de ideas, de políticas públicas y de «relato» que ayudara a transmitir la idea de un cambio. Desde sectores de la centroderecha manifestaron, en más de una ocasión, que no se notaba una «impronta distinta» a la del gobierno anterior.

En este contexto, el nombre de Mauricio Rojas calza de manera cómoda. Hasta ayer se desempeñaba como Director de Contenidos y Estrategias de la Presidencia. Ubicado en el Segundo Piso, el historiador era el encargado de darle un «relato» a los discursos del Mandatario. Rojas es un converso. Transitó desde el MIR, exilio de por medio, a un liberalismo que hoy lo posicionan como uno de los representantes de la tendencia, que ha plasmado en diversas publicaciones. Cuentan quienes han compartido con él que su capacidad analítica, el conocer tanto el mundo de la izquierda como el de la derecha y la amistad que tiene con el Mandatario, lo posicionaron para el cargo.

Con estas áreas ya controladas, el Jefe de Estado buscará concentrarse en las grandes reformas que le dieron sentido a su candidatura. Así, por ejemplo, ya le adelantó a algunos personeros que muy pronto anunciará cambios tributarios. La «simplificación tributaria» como la ha llamado. Y en materia de empleo y crecimiento ya comezó a desplegar su agenda como ayer, cuando anunció el proyecto de trabajo a distancia.

Esto será una constante en los próximos días. De hecho, para hoy el Presidente tiene agendada una actividad, junto al ministro de Economía, José Ramón Valente, para anunciar el lanzamiento de la Agenda de Productividad y Competitividad, y la creación de la Oficina de Productividad y Emprendimiento Nacional.

De esta forma, el Mandatario busca crear la atmósfera necesaria para lograr una «segunda luna de miel», tanto con quienes votaron por él como con el sector que lo apoya. Ya en el discurso de ayer marcó su objetivo: «En las elecciones presidenciales de diciembre del año pasado, no solo obtuvimos un gran triunfo electoral, democrático, sino que también recibimos un mandato y una misión a cumplir, que es el norte, la guía y la carta de navegación de nuestro Gobierno», dijo ayer en La Moneda.