Cualquier seguidor de series de televisión que se precie de tal no puede estar ajeno al último fenómeno del género: Wild Wild Country. Este documental de Netflix muestra en seis capítulos el camino de Bhagwan Shree Rajneesh –conocido como Osho, líder espiritual de los Rajneeshees-, quien en los años 80 crea la comunidad de Rajneeshpuram, en Oregon. Un episodio en la historia de Estados Unidos que nunca había sido retratado en profundidad y donde un gurú de larga barba, túnicas blancas, relojes Rolex y más de 20 Rolls Royce busca construir una utopía donde el misticismo se hermana con el capitalismo.

Hasta ahí todo bien. Pero poco a poco la espiritualidad da paso a una milicia armada que toma el control de Antelope, tranquilo pueblo que ve su apacible vida destruida con la llegada de estos miles de seguidores –conocidos como sannyasins-, vestidos de rojo, dueños de una permanente sonrisa y que pregonaban la paz y el amor mientras realizaban operaciones fraudulentas e incluso llevaban a cabo un intento de envenenamiento masivo.

Una historia cien por ciento real, relatada por los protagonistas de los hechos, sin narración en off ni grandes efectos de postproducción. Pero con un material clave: 300 horas de registro audiovisual que antes de ser descubiertas por los hermanos Maclain y Chapman Way descansaban en la bodega de la Oregon Historical Society. Un archivo que gracias a las manos correctas logra una verdadera unión con el pasado y refleja las palabras del filósofo francés Jacques Derrida en su libro “Mal de Archivo: una impresión freudiana” (1995) “El archivo: si queremos conocer lo que significa, sólo lo conoceremos en tiempos de futuro. Quizás”.

Y ahora estamos en esos “tiempos de futuro”, un futuro en que las cintas fueron revisadas cientos de veces, catalogadas, transcritas, evaluadas. Porque no basta con tener ese archivo. Hay que interpretarlo en un presente que nos faculta para conformar el pasado, recobrar una memoria que en este caso tiene dos caras. Mientras los sanyassins la ven como una historia de persecución religiosa y extralimitación del gobierno; los residentes de Antelope la consideran una alerta sobre los peligros inherentes a los cultos, cuando personas en una búsqueda espiritual caen en manos de un gurú que les lava el cerebro y los lleva a realizar todo tipo de atrocidades.

¿Cuál es el bando correcto? Ese es otro tema. Los Way no toman partido y le dan tribuna equilibradamente a los distintos protagonistas. En Wild Wild Country el casting no tiene parangón. Imposible contar con mejores entrevistados. Están los personajes claves de la historia. ¿Qué los llevo a hablar? ¿Por qué aceptaron exponerse nuevamente al escrutinio público? En palabras de los realizadores, ellos buscaron ser una alerta para el futuro. Una alerta que adquiere sentido dependiendo de cómo cada uno de nosotros se sumerja en ese archivo develado por este gran documental.

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