Los textos que componen La libertad y sus enemigos dan testimonio de una labor de muchos años, cuyos frutos se han ido repartiendo por las páginas de libros, revistas y periódicos de diversos países. Su tema de fondo es el conflicto entre las ideas que buscan promover un orden social basado en la libertad de las personas y aquellas que, en nombre de intereses o utopías de corte colectivista, están dispuestas a sacrificarla. Este conflicto no es nuevo, sino que forma el hilo conductor de la modernidad, con su historia profundamente dividida y contradictoria que se ha caracterizado, por una parte, por el mayor despliegue de la libertad humana nunca visto y, por otra, por reacciones colectivistas de una violencia inédita.

El surgimiento de lo que Karl Popper llamó “sociedad abierta” ha ido acompañado, como si fuese su sombra siniestra, por la irrupción del colectivismo y el totalitarismo. Esta coincidencia no es en absoluto casual y sus raíces se hunden en los desafíos propios de la tremenda fuerza creativa y subversiva de la libertad. La libertad individual no es otra cosa que el derecho de cada uno de nosotros a cuestionar y tratar de cambiar todo lo que existe, a dejar obsoletas ya sea nuestras creencias e ideas o nuestras formas de producir y organizarnos. Es este desorden permanente de la creatividad, la experimentación y la innovación el que ha generado una prosperidad nunca antes vista pero también una responsabilidad personal y una incertidumbre que pesan, cuestan e incluso cansan. Por ello es que la expansión de la libertad trae consigo una búsqueda paralela del orden, la predictibilidad y la seguridad que ha dado origen a ideas y movimientos que, de forma más o menos agresiva, proponen limitar la libertad y delegar en una instancia colectiva o en un gran líder la responsabilidad última por nuestras vidas.

Este conflicto central de la modernidad no nos ha sido ajeno por estas latitudes. Ha marcado nuestras grandes disyuntivas históricas y está presente, con fuerza, en la actualidad. Chile vive un momento de ruptura del consenso y desconcierto donde se perfilan opciones claramente divergentes: unas que buscan profundizar el camino de la libertad personal y otras que quieren limitarla a nombre de supuestos fines colectivos. Unos quieren expandir la esfera de autonomía y poder de las personas, otros buscan fortalecer el poder del Estado y de la clase política sobre las personas. Esta es la gran disyuntiva de nuestro momento y de su forma de resolverse dependerá el rumbo que nuestro país siga durante largo tiempo.

Esta es la situación que me ha impulsado a publicar los ensayos liberales que aquí se reúnen. Su perspectiva combina dos miradas. Por una parte, la mirada larga, que nos lleva a los grandes dilemas y debates político-filosóficos de la cultura occidental. Por otra, la mirada corta, que se centra en nuestro presente y sus desafíos pero que no sería plenamente comprensible sin el trasfondo de la mirada larga. Esto explica la estructura del presente libro, que en la primera y segunda parte usa preferentemente la mirada larga para luego, en la tercera, enfocar de lleno la realidad y los dilemas del Chile de hoy.

La primera parte trata, como lo dice su rúbrica, de los enemigos de la libertad. El texto inicial, Carta abierta a Marco Enríquez-Ominami sobre las desventuras del idealismo, propone una interpretación general del fenómeno revolucionario comunista que toma como punto de partida la deformación y abuso que Marco Enríquez-Ominami ha hecho de la figura de su padre y líder histórico del MIR, Miguel Enríquez. Lo que se trata de entender es, por un lado, la enorme fuerza de atracción de las propuestas del marxismo revolucionario y, por otro, la asombrosa transformación de la voluntad de crear un verdadero paraíso en la Tierra en terribles regímenes totalitarios. Este es, además, un texto muy personal, que trata no solo de comprender un hecho histórico de gran trascendencia sino también el destino personal del autor y su encantamiento juvenil con ideas que podrían haberlo convertido, como lo han hecho con tantos otros, en un genocida del hombre en aras de un “hombre nuevo” salido de sus fantasías utópicas.

El segundo texto, La sociedad abierta y sus enemigos: Un libro que no debemos olvidar, nos proporciona una breve síntesis de la explicación dada por un gran pensador liberal, Karl Popper, sobre el nacimiento y significado de aquel fenómeno que de manera tan trágica y determinante marcaría el siglo XX: el totalitarismo. Su perspectiva es sorprendente. A su juicio, el totalitarismo, sea cual fuere su versión, es una reacción tribal frente a los avances de un hecho nuevo en la historia de la humanidad, a saber, el nacimiento de un orden social basado en la libertad individual. Este diagnóstico, realizado en plena II Guerra Mundial, tiene una actualidad evidente. La globalización, con su extensión notable de la libertad y su amenaza a los órdenes tradicionales, está propulsando nuevas reacciones tribales de gran virulencia como son el islamismo yihadista, los fundamentalismos étnicos y los nacionalismos agresivos.

El texto siguiente, El marxismo y la búsqueda del paraíso terrenal, es un amplio estudio sobre la génesis de las ideas que forman el núcleo de la ideología marxista y su gran profecía acerca del advenimiento de un paraíso terrenal o, dicho en términos bíblicos, de aquel Reino de Cristo sobre la Tierra que según el Apocalipsis duraría mil años. El marxismo no es, en el fondo, otra cosa que un relanzamiento ateo de esta vieja búsqueda, con su arquetipo del hombre nuevo para un mundo nuevo que nace, depurado del pecado, del gran enfrentamiento final entre el bien y el mal. De estas metáforas, que tienen una larga historia, recoge su fuerza el marxismo. De ellas bebió un joven pensador alemán embriagado por la gran filosofía de Hegel y cuyo nombre era Karl Marx. Poco o nada tenía de científico pero sí mucho de profeta aquel hombre que crearía la más poderosa idea revolucionaria de la modernidad: inventó un nuevo paraíso al que llamaría comunismo, un nuevo mesías redentor que encarnó en el proletariado industrial, una nueva confrontación final entre el bien y el mal que fue su soñada revolución comunista y remplazó la idea de la Providencia por la de las leyes de la historia, que inexorablemente nos estarían conduciendo al glorioso desenlace revolucionario que pone fin a la prehistoria de la humanidad y da paso a un reino de igualdad, armonía y abundancia ilimitadas.

El cuarto y último texto de esta parte, Democracia y libertad: Antecedentes clásicos de un debate siempre actual, nos lleva a un tema candente pero sin abandonar la mirada larga: la lucha dentro de la democracia entre dos concepciones radicalmente opuestas sobre la misma. Una, de raigambre liberal, que pone la libertad individual en el centro y afirma por ello la necesidad de limitar todo poder, y otra, profundamente antiliberal o iliberal, que tiende a dotar a las mayorías y a sus representantes de un poder prácticamente ilimitado, que puede terminar convirtiendo a la democracia en enemiga de la libertad. Este dilema, hoy tan actual en América Latina, tiene una larga y aleccionadora historia que constituye el tema de este ensayo que nos lleva desde la Antígona de Sófocles a las dos grandes revoluciones que dan inicio y demarcan el horizonte político de la modernidad: la estadounidense y la francesa.

La segunda parte del libro, Las ideas de la libertad, se compone de cuatro trabajos que desde distintos ángulos presentan y analizan las ideas liberales sin dejar de adentrarse en sus dificultades y dilemas. El propósito de estos textos es, además, precisar la posición liberal del autor. Se trata de un liberalismo que se define como abierto, integral, asociativo y solidario.

El trabajo que inicia esta segunda parte, Por un liberalismo abierto e integral: El ejemplo de Mario Vargas Llosa, es el más amplio del presente libro y está basado en una obra que publiqué en 2011 sobre un el escritor peruano con quien, fuera de unirme lazos de amistad que vienen ya de lejos, comparto una forma de ser liberal que enfatiza, por una parte, su carácter abierto, muy distante de las ideologías cerradas que se creen portadoras de una verdad absoluta y una solución definitiva de los problemas de la humanidad, y, por otra parte, su integralidad, es decir, la búsqueda de una libertad que abarca todas las esferas de la vida social. Esta ha sido una característica central de la posición liberal de Vargas Llosa y de ella proviene su intransigente rechazo a todo tipo de autoritarismo por más medidas de corte liberalizador que adopte en lo económico.

El siguiente ensayo, Por un liberalismo asociativo: Reflexiones sobre la sociedad civil, el mercado y el Estado, problematiza, a partir de un célebre texto de Friedrich Hayek, los conceptos mismos de libertad e individualismo así como la tan mentada dicotomía mercado-Estado. Dos importantes conclusiones resumen el mensaje de este trabajo. La primera, es que no hay libertad individual real sin una sociedad civil desarrollada que asuma importantes funciones sociales. Por lo tanto, el proyecto liberal debe siempre ser un proyecto de defensa y fortalecimiento de la sociedad civil. La segunda conclusión es que el pensamiento liberal debe rechazar de plano la dicotomía, hoy nuevamente en boga, entre Estado y mercado. Se trata de un planteamiento falso ya que no existe ninguna contraposición necesaria entre Estado y mercado, pero el problema mayor de esta dicotomía es que ignora la existencia misma y las posibilidades de la sociedad civil, que es la clave de una sociedad libre.

El ensayo siguiente, Por un liberalismo solidario: Los liberales y la igualdad, trata de definir una posición liberal en torno al tema más candente de nuestro debate político: el de la igualdad, pero entendida, fundamentalmente, como igual dignidad de los diversos proyectos de vida y absoluto respeto a la autonomía de las personas para conformarlos. En esta perspectiva se enfrentan los temas de la discrepancia entre igualdad formal y real así como de la igualdad de oportunidades y el rol del Estado. El punto de partida de esta reflexión es una aspiración solidaria de carácter ético que orienta el pensamiento del autor y que puede ser resumida como “la búsqueda de la mayor libertad posible para el mayor número posible de personas”.

El ensayo que cierra esta parte, Por una economía solidaria de mercado: Chile frente al desafío de la igualdad de oportunidades, profundiza estos temas y nos acerca a la problemática chilena. En él se plantea la necesidad de realizar intervenciones políticas correctivas de los mecanismos de mercado que fortalezcan la inclusión social reforzando la dotación de recursos, habilidades y seguridades con que los individuos la enfrentan. Se trata de un imperativo ético que, además, potencia los recursos humanos disponibles y crea condiciones políticas que le dan legitimidad social a un orden basado en la libertad y la responsabilidad personal.

La tercera parte del libro, Chile emergente, trata tanto de la historia reciente como del presente y futuro de nuestro país. Su punto de partida es un breve texto escrito en septiembre de 2013, titulado Los revolucionarios y el 11 de septiembre, donde se puntualiza el aporte de los partidos y movimientos revolucionarios a la destrucción de la democracia chilena. Se trata, en gran medida, de una confesión de parte ya que el autor fue uno de aquellos idealistas revolucionarios que con su deseo ardiente de crear un Chile acorde con sus sueños no trepidaron en alentar ese clima de confrontación fratricida que terminó llevándonos al despeñadero de la dictadura.

Luego viene un largo ensayo, De Allende a Bachelet: Explicando el enigma chileno, que enfoca el desarrollo de nuestro país desde el fin del gobierno de Salvador Allende hasta la elección de Michelle Bachelet para un segundo mandato en diciembre de 2013. Lo que se busca comprender con ello es la génesis y el impacto de las grandes transformaciones ocurridas durante ese período de cuarenta años, no menos con la intención de entender cómo ese desarrollo, por su propio éxito, conduce a un creciente malestar y, finalmente, a la efervescencia del año 2011 y el triunfo de Michelle Bachelet a fines del 2013 con un programa rupturista y refundacional.

El tercer ensayo de esta parte, Chile y el populismo constitucional, trata del insólito “proceso constituyente” abierto por la presidenta actual y lo pone en relación con las tendencias latinoamericanas hacia el uso populista e iliberal de la democracia. Este proceso extra constitucional tiene, bajo su apariencia participativa, un fuerte sesgo antidemocrático ya que le entrega la supuesta voz del pueblo a pequeñas minorías activistas que, por definición, están muy lejos de ser representativas de la verdadera voluntad popular. Todo ello está diseñado para posibilitar una intervención presidencial a nombre del pueblo que le abre las puertas al uso personalista del poder y desvirtúa los fundamentos de la democracia representativa.

Como cierre, en el texto titulado Tomándole el pulso a Chile se reproducen cuatro columnas escritas para Pulso en 2015 y 2016. En ellas se resumen mis impresiones más recientes sobre el país y sus desafíos, cerrando así mi aproximación al enigma de este Chile emergente que pronto se verá enfrentado a tomar decisiones de la mayor trascendencia para su futuro.

 

Mauricio Rojas, director de la Cátedra Adam Smith de la Universidad del Desarrollo y senior fellow de la Fundación para el Progreso.

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