El cambio de mando es un momento en el que volvemos a festejar la democracia: demuestra la validez y confiabilidad en las instituciones, tal como sucede en los procesos eleccionarios que se dan periódicamente. Sin embargo, también son momentos de tensión, de los cuales podemos mencionar algunos icónicos: en 1958, cuando Carlos Ibáñez del Campo le entregó la banda presidencial a Jorge Alessandri Rodríguez, hijo de su eterno contrincante político; o cuando Eduardo Frei Montalva se la entregó a Salvador Allende en 1970, en lo que el líder DC anticipaba como el fin de la democracia chilena. Por otro lado, existen cambios de mando que se recuerdan con otros tintes, como el de 1990, cuando Augusto Pinochet le entregó el mando a Patricio Aylwin, y ciertamente cuando Sebastián Piñera llegó a La Moneda en 2010, siendo el primer Presidente de derecha elegido en medio siglo.

Los simbolismos que envuelven el inicio del segundo mandato de Piñera han sido bastante amplios y difundidos. En primer lugar, por el retorno de la centroderecha al gobierno, con una agenda que enfatiza temas que en los últimos cuatro años fueron olvidados: el progreso, el desarrollo, el crecimiento económico y la creación de empleos. En segundo lugar, porque la única mujer que ha ocupado la Presidencia de la República le ha entregado dos veces la banda presidencial a la centroderecha. Ciertamente, uno de los legados de Michelle Bachelet es Sebastián Piñera.

El gobierno que se inicia no estará exento dificultades. Como vimos ya el pasado 23 de enero cuando el Presidente Piñera presentó su gabinete, las principales figuras del Frente Amplio se manifestaron con gran intolerancia: “Compañeros, a preparar las asambleas”, señalaron, dando la tónica para los cuatro años que vienen y limitando las opciones de diálogo. Las segundas partes suelen combinar simbolismos y polémicas: o bien son un éxito, o un fracaso. Eso aún no lo podemos saber, pero sí es posible vislumbrar algunos elementos de lo que traerá el retorno de Piñera a La Moneda.

En educación, se ha propuesto poner el foco en la calidad. El Liceo Nacional de Maipú, por ejemplo, alcanzó mejores resultados que el Instituto Nacional en el último SIMCE. Su importancia radica en que esta institución inspiró a los Liceos Bicentenario, creados en el primer mandato de Piñera. En la misma línea está la preocupación del nuevo gobierno por la primera infancia, y la situación de los estudiantes de los centros de formación técnica e institutos profesionales.

Las urgencias sociales aparecen también como prioridades del gobierno. Entre ellas podemos mencionar a los niños del Sename, la mejora de las pensiones, una vejez digna y la construcción de hospitales. Todos estos temas son de gran interés nacional cuya transversalidad puede lograr importantes acuerdos políticos para mejorar las condiciones de vida de los niños, ancianos y enfermos de nuestro país.

La lista suma y sigue en cuanto a desafíos para el nuevo gobierno. La oposición, por su parte, también tendrá sus propias tareas para recuperarse de la derrota de diciembre. Esperamos que todos estén a la altura de lo que el país requiere.

 

Monserrat Risco, investigadora Centro de Estudios Bicentenario

 

 

FOTO: RODRIGO SAENZ/AGENCIAUNO

 

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