Hay un momento especial que se da en todas las celebraciones de cumpleaños: el minuto antes de apagar las velas de la torta. Es tradición que el cumpleañero cierre los ojos y pida un deseo. Me gustaría saber qué pidió la Presidenta para sus adentros cuando celebró su cumpleaños. Sería un buen gesto de su parte observar el deseo de la comunidad nacional que se transmite en todas las encuestas y frenar el cambio radical del país que pretende hacer en su segundo mandato presidencial.

El país, debo reconocer, le dio un importante apoyo, pero ese fue, fundamentalmente, a su persona, más que a un programa cuyos detalles pocos votantes conocieron. La gente hizo fe en que se les estaba ofreciendo un proyecto tan eficiente como para dar trabajo, conseguir crecimiento, disminuir la pobreza, generar más igualdad y, al mismo tiempo, obtener mejoras en áreas como la salud, la educación, la previsión y el mundo laboral. Lamentablemente esa oferta se quedó en un mero eslogan, cuyo “aterrizaje” a la realidad fue estrepitoso.

En seis meses de gobierno la economía experimentó un frenazo, la tasa de crecimiento se redujo a la mitad y se generó un clima de incertidumbre que será difícil de remontar. ¿Por qué? Al convertir “el programa” en  proyectos de ley, la gente se fue dando cuenta de que el programa no decía todo lo que traía consigo. La pregunta que nos hacemos después de esta experiencia es la siguiente: ¿Los proyectos tal como se presentaron eran el deseo de la Presidenta o ellos cayeron en manos de personeros ideológicos que fueron en contra del sueño presidencial?

Estamos en un momento del país en el que se acerca la verdad. ¿Escuchará nuestra Presidenta los deseos de los padres de familia que quieren educar a sus hijos, de los emprendedores que quieren crear riqueza, de los estudiantes que quieren realmente estudiar? O, en vez de eso, escuchará la presión de la ideología que empuja al país no hacia una corrección del sistema (que eran los deseos de la gente), sino hacia la destrucción del mismo.

Quien busca perfeccionar algo no echa a perder lo que funciona bien. El Transantiago es el mejor ejemplo. No eran perfectas las micros amarillas, pero daban el servicio y no le costaban al Estado. ¿Qué tenemos en su reemplazo? El Transantiago que entrega un mal servicio, le cuesta una enorme cantidad de dinero al país y hace perder la dignidad a millones de chilenos que sufren su mal diseño todos los días.

Los chilenos creían que iban a mejorar Fonasa y que los hospitales iban a ser iguales que las clínicas privadas. Creían que los colegios públicos iban a ser del mismo nivel que los mejores colegios particulares, que las universidades iban a entregar una educación de calidad, que la jubilación les iba a alcanzar para pasar una vejez tranquila. Querían para sí mismos la modernidad propia del mundo privado. No querían acabar con el lucro y el mundo privado, que es la aspiración ideologizada de algunos; lo que realmente querían era que lo público estuviera a la altura de lo privado.

Ya sabemos que la utopía socialista de un mundo igualitario se logra, como dijo el ministro Eyzaguirre, quitándole los patines a quienes corren más rápido, y no entregándole patines a quienes no los tienen. Sabemos también que para lograr esa igualdad imposible, el socialismo busca reemplazar el esfuerzo personal por la planificación estatal, se coarta luego la libertad  y se termina conculcando derechos fundamentales de las personas.

Sabemos también que los experimentos socialistas han fracasado y que las sociedades libres satisfacen mucho mejor las necesidades de los pueblos. Basta comparar las experiencias de países donde simultáneamente se han desarrollado ambos sistemas: Alemania y Corea. Ambos países, con la misma población, la misma cultura y los mismos recursos naturales, fueron divididos y en una parte se practicó el experimento socialista y en la otra se siguió un modelo de libertad. No es necesario argumentar, basta ver los resultados.

Mi deseo para Bachelet en su cumpleaños es que tengan, ella y su gobierno, un mayor afecto por la libertad, que se dé cuenta de que la opinión pública ha rechazado la reingeniería social y que rectifique el rumbo para volver a encaminarnos hacia el objetivo de ser un país desarrollado.

 

Jovino Novoa, Foro Líbero.

 

FOTO: PRESIDENCIA.

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